“Trataré de, en cierta forma, plasmar en este viejo papiro, todos aquellos sueños que voluntaria o involuntariamente invaden mis noches y mis días, y que en la medida de lo posible, guía mis pasos en los momentos de incertidumbre. No solo aquellos sueños que se me muestran como un río cristalino en una mañana fría, sino también aquellos pensamientos e ideas que me abordan cada día.
Con esto intento que aquellos lectores que se muestren interesados en los pensamientos de un humilde templario encuentren en mis palabras, algún tipo de guía, luz o que simplemente no cometan los mismos errores que yo he cometido.
Hablaré de personas, sus ideas y acciones, así como de situaciones en las que nos hemos encontrado y lugares y criaturas que ni pensaba que existían, pero como dice mi amigo Adrahil, “hay criaturas en este mundo que aún no se nos han mostrado”, y creo que los usûlunis poseemos cierta curiosidad del destino, en descubrir día a día de que estamos hechos.
Dejo estas palabras escritas bajo un cielo estrellado y frío, en la cubierta del extraño barco en el que llevamos casi 4 semanas, llamado El Calamidad. Intentaré en la medida de lo posible, y cuando las circunstancias me lo permitan, seguir con estas narraciones, para que quede constancia que una vez más, el destino no está escrito, lo forjamos.”
“A Elbereth! Gilthoniel!¡O Elbereth! ¡Prendedora de estrellas!
silivren penna mírielblanca deslumbrante, bajando, centelleando como una joya,
o menel aglar elenath!¡la gloria de la hueste celestial!
Na-chaered palan-dírielHabiendo mirado fijamente lejoso
galadhremmin ennorath,desde las tierras tejidas de árboles de la Tierra Media,
Fanuilos, le linnathona vos, La Eternamente Blanca, te cantaré,
nef aear, sí nef aearon!
desde este lado de la mar, ¡acá en este lado del océano!”
Ni mucho menos quiero emular el formidable trabajo de Dîn, que en su diario transmite el casi día a día de nuestro viaje, sus datos son precisos y su narración digna de un bardo.