El cielo carmesí cambiaba de color periódicamente, como si la sangre fluyese a rítmicos latidos. El Último de los Castillos en el Último de los Reinos se había edificado en la misma llanura donde tanto dolor había brotado, donde parece que hacía ahora una eternidad, dos hermanos destinados a llevar la Guerra donde fuese se habían enfrentado por última vez. La fortaleza se había erigido con los huesos de los caídos, un monumento y homenaje perpetuo a la derrota del resto de las facciones de aquel infierno. Cada Señor de los Reinos Menores rindió pleitesía y se humilló ante tan poderosas Reinas y los sirvientes de los derrotados levantaron cada muro, cada estancia y cada rincón de aquel lugar. Solo unos pocos habitantes moraban en aquella última llanura: las Dos Reinas, aquel Niño que había desatado la Guerra contra Maleskari y sus sirvientes, almas y cuerpos escogidos de cada Reino para obligar a los Señores Menores a recordar su perpetua servidumbre.
En los periodos venideros no fueran pocas las rebeliones y escaramuzas pero aquellas Mujeres eran tan hermosas como implacables con sus enemigos y prodigaban el perdón y la muerte con la misma facilidad, pues los derrotados siempre recordaban que sus vencedores habían derrotado en singular combate a algunos otros señores, iniciado una guerra y derrotado al mayor de todos los demonios.
Pero también aquellas Reinas trajeron paz a las almas y a los cuerpos pues sabían del enorme valor del perdón y de restañar las heridas, pues hemos de recordar que los habitantes de aquellos infernales parajes habían caído en aquellas simas presas de los hechos terribles que habían realizado o provocado y que más allá de ser un lugar de perdón, los Reinos Pálidos se habían transformado en un lugar de un mayor castigo. Ahora las almas de los que había caído más allá de la Muerte o aquellos inmortales atrapados en este infierno, encontraban un extraño solaz en la dulce voz del Rey Invisible, no había espíritu por depravado que fuese, por profunda que fuese la sima en la que había caído que no encontrase paz y un momento de alivio en las notas arrancadas de un laúd de madera roja y en la voz más dulce y poderosa que los demonios hubiesen escuchado.
Pero había un lugar que solo les pertenecía a ellas, ni al Rey Invisible ni a sus sirvientes, un sitio que les recordaba el frondoso bosque en el que vivieron tantos años, pues ni siquiera aquellas tierras baldías eran rival para la mano de la delgada Dama de Acero, y bajo su cuidado flores y árboles habían crecido. Un jardín en mitad del infierno, un solaz en mitad del rojo, un lugar de verde y blanco presidido por un estanque cuyas carpas, más seres espirituales que físicos, saltaban fuera del agua para capturar las moscas que se acercaban. Desde ahí, en algunos días nacidos bajo un signo desconocido eran capaces de atisbar lagos, pantanos y charcas de aquella Tierra lejana que habían abandonado hacía tanto; y sonreían como cuando no tenían más preocupaciones que el lento transcurrir de su existencia cuando eran capaces de atisbar, siquiera por un instante, el fragmento de una vida humana, breve e intensa.
Y así transcurrió el tiempo, de forma extraña, entre la melancolía, la paz y la guerra, sin saber que el Mensajero del Destino, inexorable, se iba acercando lentamente a la Fortaleza del Último Reino, pues todos ellos estaban destinados a cumplir un papel en la Guerra que se avecinaba.
Stunning quest there. What occurred after? Good luck!
Legendario.
Hi Williamreds!
Thanks for the comment, you’ll have to keep reading to know more 🙂
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