Recordaréis como nos encontrábamos a las puertas de la ciudad amurallada, maltrechos tras recibir aquellas andanadas mágicas provenientes de las sórdidas gárgolas que la rodeaban coronando sus murallas.
No podíamos descansar demasiado, la urgencia era lo único que veíamos claro. Algo malvado, sórdido y oscuro estaba por ocurrir. La llegada de la dama Ethudil a esa ciudad sin vida no podía deparar nada bueno.
La visión que teníamos en ese momento de la entrada aunque libre de obstáculos estaba dominada por la intranquilidad. Precedida de un puente elevado sobre el foso, una densa y extraña niebla a todas luces antinatural llenaba la misma y parecía extenderse más allá de la misma nos escondía que había tras la puerta.
Debatimos profusamente, como únicamente los usûlunis somos capaces de hacer, cuál era la mejor opción. Al final decidimos que no podíamos arriesgarnos a entrar de frente por el puente pues si existían vigías lo elevarían al acercarnos. Y que era necesario que alguien cruzará el foso sin llamar la atención ni ser localizado y nos abriera camino. Sí, lo adivinasteis sería nuestro Gulthar quien se arriesgaría pues si alguien podía conseguirlo era él. Estudiamos el entorno, nos colocamos en las ubicaciones más próximas al lugar de la incursión, raudos a salir en ayuda de Gulthar si ello fuese necesario. Ver a nuestro compañero acercarse al foso e introducirse en él sin contratiempos fue alentador. Sin embargo en medio de ese trayecto algo ocurrió que nos produjo inquietud. Gulthar desapareció bajo las aguas y parecía que bajo el lugar donde estaba al hundirse algo creaba un movimiento importante bajo en el agua. Durante unos momentos interminables nos miramos prestos a salir, pero antes de descubrir nuestra presencia Gulthar emergió y a su lado un cuerpo monstruoso sin vida empezaba a cubrir con su sangre el agua ponzoñosa del foso.
Al salir del agua pudimos comprobar que no parecía estar herido aunque su rostro reflejaba el esfuerzo realizado en el encuentro. Se acercó a la entrada y al comprobar que no había nadie visible pues la niebla era densa y dificultaba de forma evidente la visibilidad realizó la señal acordada para acercarnos.
Llegamos todos en silencio y nuestra preocupación creció bastante pues esa niebla impertérrita, sin movimiento, ajena al viento nos convertía los vellos de todo el cuerpo en escarpias.
Todos llegamos a la conclusión de que no era buena idea internarse en ella. No sabíamos que la producía, pero el peligro inherente a adentrarse en ella era evidente. Sunthas se apresuró a saltar sobre ella pues era el único camino posible para adentrarse. Como podéis imaginar yo no estaba muy feliz con la idea. Ese salto con esa altura no me convencía. Soy ágil, bastante para los estándares enanos, pero ese salto resultaba casi imposible. No solo a mí me lo parecía pues estábamos todos con las armaduras puestas y despojarnos de ellas era impensable. Todo debate terminó cuando Sunthas realizó la proeza, su siempre decidido carácter lo llevó a saltar. Tras él Gulthar se disponía a ello cuando escuchamos una arenga. Los demás ni siquiera nos miramos y nos preparamos pues sabíamos que ninguno dejaría a Sunthas ni a Gulthar solos en una lucha dentro de la ciudad. Al saltar lo hicimos unidos con una cuerda que ya teníamos atada para no perdernos si caíamos en la niebla en el momento del salto de Sunthas. No sabíamos a qué se enfrentaba Sunthas aún por lo que la urgencia era manifiesta.
Mientras tras la niebla la escena era particularmente siniestra: Al superarla Sunthas descubrió un comité de recibimiento que para nada auguraba una bienvenida. Se encontró frente al caballero oscuro que ya enfrentamos una vez y a lo que a primera vista parecían 4 templarios oscuros. Estaba bajo inferioridad numérica y en grave peligro pues el combate se hacía evidente.
Gulthar saltó y llegó cerca de Sunthas, al ver las fuerzas hostiles gritó para que otro de nosotros realizara el salto asiendo la cuerda para auxiliar si era necesario. Fue nuestra salvación, pues al fallar y caer en la niebla una inmovilidad pétrea hacia imposible atravesar la misma.
Cuando Sunthas en medio de la recién comenzada refriega sobrepaso la guardia de uno de los atacantes causándole una herida mortal descubrimos el peligro que traían consigo los templarios a su muerte. Desde el interior del templario se expandió un fuego abrazador devorando su cuerpo ya sin vida e intentando atrapar y arrastrar a la muerte a quien estuviera alrededor.
Mañana tras la cena os cuento más. ¡Qué Aulë os proteja mientras descansáis!