Era una noche fresca de verano y con luna llena. Sunthas observaba por la ventana. -No puede ser una noche mejor. Dijo mientras se volvía y miraba a su mujer, ella sonrió y asintió triste. Se acercó a su marido y empezó a ayudarle a colocarse la armadura. -No recordaba que pesara tanto le dijo mirándola a los ojos, unos ojos que ya empezaba a tener arrugas en sus límites externos.
Sentado en las escaleras mirando a los dos con ojos sorprendidos había un niño de unos doce años. Su pelo negro marcaba los rasgos de una cara delgada con una piel blanca. Hacia muchos años que no veía a su padre adoptivo llevar su armadura. Pero hoy era un día especial.
Sunthas lo miró y sonrió a su hijo adoptivo, el niño le respondió con una sonrisa inocente cargada de entendimiento. Cuando su madre adoptiva terminó de ajustar las correas del pectoral el chiquillo se acercó raudo e intentó acercar el escudo torre a su padre.- Jovencito, vas a hacerte daño, deja que yo lo coja, ya tendrás tiempo de portar uno. Dijo Sunthas riendo, aunque su pensamiento deseara lo contrario.
En ese momento se abrió la puerta y aparecieron sus otros dos hijos Haedrec y Calabdur, de mayor edad que el pequeño que intentaba,con todas sus fuerzas, levantar el grandioso escudo torre. -Muchachote tienes que entrenar más, dijo Calabdur, mientras ayudaba a su hermano adoptivo a cargar el escudo. Sunthas lo aceptó con un gruñido mientras embrazaba el escudo, al no estar acostumbrado a su peso optó por llevarlo enganchado al hombro, los últimos años lo llevaba así, le permitía apoyarlo en el suelo con la rapidez necesaria para realizar el embrazado y desenvainar la espada en un mismo movimiento.
-Quieres que te acompañemos? Preguntaron Haedrec y Calabdur. -No, esto debo hacerlo sólo. Salió a la noche y empezó a caminar, cruzó la arboleda de Merien y recordó a Marcus, se detuvo, cerró los ojos y quedó trasportado a otra época. Tras unos minutos reanudó su marcha. Al llegar al final de la arboleda se detuvo y miró a su izquierda. Una figura de baja estatura pero robusta se acercaba a paso acelerado, era Din, el enano llevaba tiempo retirado en su mina y apenas bajaba al pueblo, sus amigos lo echaban de menos, sólo lo veían en contadas ocasiones y según recordaba Sunthas la última vez fue hace mas de un año. Lo miró y ambos se saludaron con un movimiento de cabeza. Juntos se encaminaron por la avenida desierta, como si solo hiciera unas horas que hubiesen estado juntos.
Llevaban un par de minutos caminando juntos cuando Sunthas percibió una presencia a su espalda, giró la cara y sonrió. Gulthar acababa de unirse a la comitiva, él también hizo un movimiento de cabeza y siguió caminando. -Estas viejo te he oído desde que has salido de tu casa. Dijo la figura encapuchada de maese Din mirando de reojo a Gulthar. Pero al momento dio un respingo al ver que una figura salía de las sombras, se abalanzaba contra él y le babeaba la cara entera. -Quítame de encima a esta perra sarnosa, sabes que no me gusta que me lama la cara. Dijo Din mientras miraba a Gulthar e intentaba controlar al mastín monstruoso que apoyaba las patas traseras en sus hombros y no paraba de llenar de babas su cara. -Sabe que no te gusta y por eso lo hace, decía mientras reía a carcajadas Gulthar. Sunthas lo miró con seriedad, aunque por dentro reía a carcajadas, la perra sabía que a Din no le gustaba que lo hiciera, pero siempre estaba buscando el momento para gastarle la broma al enano.
Ya, Brotara. Dijo Gulthar a la perra y esta dejo en paz al enano y acercó el hocico a la mano de Sunthas. -Hola pequeña, vas a venir con nosotros? Cómo respondiendo a la pregunta la perra se adelantó unos pasos se volvió a mirarlos y continuó la marcha.
Por qué siempre me hace esto? Preguntó el enano. Por que así te demuestra que se alegra de verte, si no tardaras tanto en dejarte ver… tal vez no lo hiciera. Sentenció Gulthar. Siguieron escuchando los reproches del enano mientras se encaminaban hacia la puerta. Al llegar los soldados y sabuesos se acercaron, al ver quienes eran se apartaron y el sargento fue a abrir la puerta. Brotara se acercó a ambos sabuesos y estas se tumbaron en el suelo reconociendo su autoridad. En ese momento Gulthar se dio cuenta del tamaño de Brotara.
Al abrirse la puerta se encaminaron hacia la colina de las lanzas, símbolo del sacrificio por usûlun. Brotara se adelantó y rodeó la colina como buscando algo o alguien. Los tres compañeros se pararon ante la colina y esperaron. A los pocos minutos aparecieron dos figuras acompañadas por brotara, que saltaba alrededor de una de ellas que le hacia rabiar moviendo un trozo de carne cruza fuera del alcance de sus fauces.
-No la hagas rabiar Adrahil, que luego se vengará de ti. Gritó Gulthar a la figura que rodeaba Brotara. El montaraz dejo caer la carne, que fue engullida por la perra en un santiamén. Junto a Adrahil caminaba Fangril el clérigo de Varda, había llegado de Dol Amroth esa misma mañana.
Se Volvió a abrir la Puerta de usûlun y una figura salió corriendo hacia ellos, la perra se paró en seco se volvió y sonó un gruñido grave y ronco de su garganta. Acto seguido corrió a gran velocidad hacia la figura que corría hacia ellos, esta se paró en seco esperando la embestida de la perra, pero en el último momento dio un paso lateral y corrió hacia la colina a la vez que reía a carcajadas. Forak llegó jadeante perseguido por la perra que se mantenía a escasos centímetros de su cuerpo y tiraba dentelladas al aire intentando asustar al semiorco, pero este en vez de asustarse reía con más ganas. Al llegar a la colina volvió a fintar y miró serio a la perra y le dijo:- Quieta. La perra lo miró fijamente mientras adoptaba la posición de ataque y se mantenía expectante.
El semiorco hizo un movimiento rápido y lanzó un gran trozo de carne al aire y la perra lo atrapó en pleno vuelo con un gran salto. La estáis mal acostumbrando y si sigue así no podrá seguir haciendo sus funciones. Dijo Gulthar. -Tiene que alimentar ese cuerpo de caballo que tiene. Dijo Forak mientras hacia cosquillas a la perra que estaba tirada panza arriba en la hierba de la colina. -Creo que se retrasan no? Dijo Adrahil mirando a Sunthas. -Llegaran no te preocupes. Contestó Sunthas.
Pasadas un par de horas Brotara, que estaba tumbada descansando sobre la hierba, alzó su gran cabeza y miró hacia el camino. Los lobos aullaron en lo profundo del bosque. Y un traqueteo lejano iba ganando fuerza a medida que se acercaba. Una sombra monstruosa se acercaba por el camino, cuando abandonó la oscuridad del bosque todos pudieron ver un tiro de ocho caballos negros arrastrando una gran estructura cuadrada.
En el pescante se podían distinguir dos figuras, a medida que el carromato se acercaba, las figuras tomaban forma y se apreciaba una especie de torreta en el carromato donde, a la luz de la luna, pudieron distinguir la forma de otra persona. Al llegar a unos cientos de metros de la colina los ocupantes del pescante ya eran reconocibles. Un hombre robusto como si fuera un pescante iba al lado del conductor, en su regazo brillaba la hoja de una gran hacha. El conductor una figura encapuchada, dominaba el tiro con gran habilidad.
El carromato se paró con un gran chirrido cerca de la colina y los caballos arañaron el suelo con sus cascos mientras miraban nerviosos en dirección a Brotara que de pie con el pelo del lomo erizado se mantenía expectante con un gruñido ronco anunciando su recelo por los recién llegados. Sunthas posó la mano sobre su cabeza y la perra relajó su pose, a la vez que movía la cola.
El gigante del pescante bajó de un salto y su cara dibujó una gran sonrisa mientras miraba a los usûlunis como quien ve a viejos amigos. -Buenas noches Maese Lech, saludó Adrahil acercándose al carromato. Los usûlunis se estaban acercando al carromato cuando una de las puertas se abrió de golpe y dos personajes salieron de alli. – Veis? La próxima vez me toca a mi ir en el pescante, aquí me aburro, yo necesito el viento en la cara, iba protestando el primero, un hombre de estatura media con el pelo negro corto con barba de una semana, portaba al hombro una ballesta y a la cadera una espada y un cuchillo largo. El hombre que le seguía por la puerta un hombre de pelo castaño claro con ojos azules, portaba a la cadera una espada larga y un escudo enganchado al hombro.
-Si, claro tu lo que quieres es no hacer el trabajo del carromato, Chima, todavía estoy esperando que te coloques en una de las torretas. Contestó un tercero desde la torreta. Este tercero salia de su posición elevada, con la cabeza rapada llevaba a la espalda dos espadas cortas. El aludido miró con cara de indignado al que había hablado y al que salia junto a él del carromato. Mientras el tercero bajaba otro individuo salia de otra puerta diferente, este último con pelo mas bien escaso sobre su cabeza y portando un martillo de guerra en su cadera miró a los tres y sonrió mientras negaba con la cabeza.
El conductor del carromato bajo del pescante y fue hablando y tranquilizando a los caballos uno a uno llamándoles suavemente por sus nombres. -Jaume me ayudas por favor? Dijo refiriéndose al último de los recién llegados. Los otros cuatro se dispusieron a preparar el carromato para afianzarlo. -Podéis entrar en usûlun y acampar aquí. Dijo Sunthas mientras se acercaba rodeado de los usûlunis.
El encapuchado se quitó la capucha y dijo sonriendo: -La posada de los cinco gatos agradece enormemente al Señor de usûlun su ofrecimiento, pero partiremos en cuanto acabemos lo que venimos a hacer. -No tenéis que partir tan pronto Filpe. Contestó Sunthas devolviendo la sonrisa. No podemos hacer esperar al dinero, las mercancías necesitan llegar a sus lugares y en el tiempo concertado. Contestó Filpe.
Mientras Los usûlunis iban preparando el terreno para realizar una hoguera, los recién llegados iban preparando bancos, viandas para la ocasión. El gigante, llamado Lech, sacó del carromato un pequeño tonel y lo puso sobre una de las mesas, y con su voz grave dijo: -Forak ni se te ocurra abrirlo antes de tiempo, entendido?, dijo mientras señalaba sus ojos y acto seguido señalaba al montaraz. Este lo miró inocentemente, mientras se señalaba con expresión de no entender a que se refería.
Todos se reunieron junto al fuego. La noche trascurrió entre historias, bromas, bebida, risas y recuerdo de los compañeros caídos. Los primeros rayos de sol pintaron de oro las hierba y las lanzas de la colina, y como de una señal, todos empezaron a recoger. La recogida del material se hizo en silencio. Filpe se fue a por los caballos e iba hablando con ellos mientras los iba colocando en sus respectivas posiciones en el tiro.
Una vez recogido todo los usûlunis se fueron despidiendo, Sunthas abrazó a Mount, el individuo rubio de ojos claros. -La nueva empresa que te espera será dura pero podrás superarlo todo, la suerte siempre elige a los mejor preparados. Le susurró al oído. Luego fue despidiéndose del resto. Gulthar se fue despidiendo de todos y con una gran sonrisa agarró el antebrazo de Chima y le dijo, -Amigo mío, ahora llega una etapa que será un poco difícil pero todo se solucionará, ten confianza y descansa ahora que puedes.
Fangril se acercó a Jaume tras despedirse de Mount, Lech, Osgar y Chima. -Cuidate mucho Jaume y no abuses de tus ejercicios diarios. Dijo con un guiño. Din se acercó al gigante Lech y muy serio le tendió su mano, cuando Lech le tomo la mano, el enano tiró de él con una fuerza que sorprendió al grandullón. -El orgullo nos separa de aquellos que nos quieren Lech, no olvides eso por que puedes perder mucho. Recuerda que los que te rodean están aquí por ti. Le dijo mientras miraba fijamente a sus ojos, con un brillo de conocimiento en sus ojos.
Adrahil tomo por los hombros a Osgar como un gran amigo que se va a despedir de otro. -Ten paciencia todo saldrá bien has luchado como el que más y eso te será reconocido, sólo espera un poco más. Los miembros de la posada de los cinco gatos fueron subiendo al carromato y ocupando sus posiciones, no sin alguna que otra protesta por parte de Chima y Lech.
Luego Forak y el resto se acercaron todos a Filpe, que estaba terminando con los caballos, todos lo rodearon y esperaron a que terminara su tarea. Cuando acabó, se giró y miró a los usûlunis. Fue Forak el primero en actuar, se acercó a Filpe y ante la sorpresa de este, lo abrazó con los ojos húmedos. Luego uno a uno todos los usûlunis fueron abrazándolo, como aquellos que despiden a un amigo de toda la vida que se marcha lejos.
De sus bocas sólo una palabra, grave, pesada, intensa y con un todo ronco, del retiene un nudo en la garganta:
GRACIAS.
El traqueteo del carromato resonó mientras se alejaba, desde la distancia pudieron ver una bandera de usûlun ondeando en una de las torretas. Los usûlunis Alzaron sus armas en señal de saludo a aquellos que esperaban volver a ver pronto.
Cuando tanto el ruido como el carromato desaparecieron los usûlunis quedaron en silencio y se miraron unos a otros haciéndose una presunta muda. ¿Que será a partir de ahora? Pero no hubo respuesta porque Brotara surgió de la nada y agarró la bota de Forrak y salió corriendo, este con el gesto congestionado corrió tras ella como alma que llevan los espíritus, todos rieron cuando la perra dejó la bota en el suelo, esquivó al semiorco y corrió rauda hacia Din, que al verse como nuevo objetivo de ella, corrió colina arriba a la vez que gruñía insultos hacia Gulthar, que se desternillaba ante la escena que se avecinaba.
Pero Adrahil paró en seco a la perra con una palabra y luego con un gesto rápido sacó un trozo de carne de uno de los bolsillos de su capa. La perra cambió de objetivo y centró su mirada en la carne. -Ya puedes bajar de ahí Din, no te va a babear. Dijo Adrahil con una sonrisa. Din suspiró y bajo despacio por la colina sin apartar la mirada de Brotara. Esta todavía miraba a Adrahil. -Siéntate. Ordenó. La perra se sentó velozmente y empezó a babear. -Deja a Din tranquilo deacuerdo? La perra ladró una vez. -De acuerdo, toma pequeña disfruta. Dijo y le lanzó la carne.
Cuando Din llegó a ellos Gulthar le pasó el brazo por los hombros y juntos todos partieron hacia el interior de usûlun…
…CONTINUARÁ