Toda su vida había estado viviendo en Minas Tirith, aunque los últimos tres años llevaba trabajando de matrona y sanadora en las casas de Sanación de la Ciudad Blanca. Desde que habían aparecido los refugiados no paraba de intentar convencer a sus superiores de la importancia de prestar la adecuada atención, por parte de las casas de sanación, a los pobres desdichados que habían tenido que abandonar sus viviendas.
Sus razones no eran escuchadas, aunque tenían su peso, según ella si no se hacía ese tipo de actuación podrían darse enfermedades que podrían llegar a la gente de la ciudad y podrían darse epidemias graves.
Pero a no tener una respuesta satisfactoria de sus superiores se dedicó ella misma a cuidarlos; ella, Milêth, era una Joven agraciada, al dedicarse a la sanación y a atender los partos había provocado grandes disgustos a su familia, una de las de más grande abolengo de Minas Tirith. Lo cual le llevo a grandes discusiones con su padre, cabeza insigne de su familia.
Pero ella no cejó en su empeño e hizo acopio de ayudas, entre ellas la de su dama de compañía, también sanadora, se encargó de dar la atención adecuada a aquellos desdichados que habían tenido que abandonar sus casas por temor a perecer a manos de los servidores del Oscuro. Pero el encargarse de la salud y de los partos de miles de refugiados durante varios meses, eso hizo mella en su salud. Y tras un desmallo mientras atendía a una parturienta, su familia la recluyó en la casa familiar.
Todo el tiempo que estuvo de reposo y recuperación se planteó muchas cosas y sobre todo ocupó sus tediosos días de cama para reflexionar sobre su vida. En esos meses fue visitada por muchos amigos y familiares, así como compañeros de las casas de sanación. Pero una de las visitas más esperada fue la del Sr. usûluni aquel que la ayudó a convencer a su padre para que entrara en el servicio de las casas de sanación, una loable ocupación como él decía.
El Sr. usûluni la visitaba todas las semanas y charlaba con ella mientras paseaban por el fresco jardín de la casa familiar, fue precisamente en uno de esos paseos donde el Sr. usûluni le hizo darse cuenta que la idea de ayudar solo ella le podría acarrear otra crisis de agotamiento que podría acabar con su vida. Fue entonces cuando le habló del Templario de Varda, sus amigos y de cómo ellos habían intentado hacer lo mismo que ella para ayudar a esas personas del otro lado de la muralla, y de cómo habían decidido marcharse de la Ciudad Blanca hacia tierras cedidas por el propio Sr. usûluni.
Tras esas semanas de recuperación tomó la decisión de ir a usûlun, le comento su decisión al Sr usûluni y le pidió que le ayudara a convencer a su padre el patriarca de la familia Nizranâth, el Sr. Ar-Abarân.
El señor Ar-Abarân montó en cólera al recibir la noticia, aunque el Sr. usûluni puso en su conocimiento los informes que tenía de los usûlunis y se comprometió a escribir una carta para el templario Sunthas, para informarle de la partida de Milêth. Su padre sin embargo tenía otras ideas para ellas, según él, tenía ya edad de encontrar marido entre los herederos de las familias de Minas Tirith.
Tras semanas de discusión su padre aceptó si se llevaba a su dama de compañía y a cuatro hombres armados que la protegieran durante el largo camino. También debía de informarle regularmente de todo lo que hacía en las tierras de usûlun.
El Sr. usûluni también le dio una carta para la Sra. Grajo informándole de quien era Milêth y que la protegiera a la hija de su gran amigo el Sr. Ar-Arbarân en aquellas tierras, su carta iba dirigida a Grajo, ya que Sunthas y sus amigos estaban en Pelargir, realizando una misión de suma importancia para la corona. También puso en poder de Milêth una carta para el sabio Camlan para pedirle si podría tomar a Milêth bajo su tutela y aprendizaje.
Tras varios días de preparación para la partida, salieron de Minas Tirith la hermosa Milêth, su dama de compañía Aradi, cuatro de los guardias armados de la casa Nizranâth y dos doncellas para ayudar a Milêth, Ilthâr y Amano. Dos adolescentes de la casa del señor Ar-Arbarân. Junto a ellos los acompañarán en el trayecto tres sirvientes de la casa del Sr. usûluni llevando un carro de Herramientas y enseres como presente para los ciudadanos de usûlun.
Su llegada a las puertas de usûlun fue una conmoción total, los gulthariones tuvieron que moverse rápidamente para estar preparados para escoltar a la Joven que venía con una carta del Sr. usûluni. Tras esperar varios minutos, la escolta estuvo completa y marcharon hacia una casa grande en el centro del recinto amurallado, a medias.
Al llegar a la puerta, allí la esperaban una mujer joven, morena con una expresión dulce, pero firme y con una preciosa túnica color púrpura con intrincados bordados en las mangas y el repulgo; junto a ella se encontraba un hombre de mediana edad, con rastros grises en sus cabellos y una túnica corta de color azul que parecía tener el mismo corte y diseño que la túnica de la joven; un anciano pero robusto hombre, aunque sus ojos tenían el brillo de un hombre joven y atento. Junto a ellos se encontraban dos jóvenes, uno de ellos moreno más alto que el segundo y este último sorprendió a Milêth, y que su cabello era totalmente blanco.
Tras las presentaciones, la Sra. Grajo acompañó a Milêth y a su doncella hasta la planta superior a dos estancias de tamaño medio y con no mucha decoración, aunque sí los muebles justos y adecuados para un cómodo descanso. Junto a la Sra. Grajo venían dos doncellas, una les explicó los pormenores de la estancia y de la casa donde se hospedarían, su nombre era Anja y se ofreció a suministrarles túnicas más acorde con la temperatura que hacía en esa estación. La otra joven llevaba en brazos un infante que le fue entregado a la señora Grajo con mucha ternura, el infante era el hijo de la Sra. Grajo y la Joven llamada Kaila era una de las mujeres de usûlun que, junto a Anja, servían o ayudaban a la Sra. Grajo.
Tras agradecer su hospitalidad, las tres jóvenes dejaron a las invitadas que se acomodaran y las invitaron a la cena que se celebraría en su honor, esa misma noche.
Mientras eso ocurría La Rosa, Camlan, Tirrin y Haedrec acompañaron a la guardia personal de Milêth y a los miembros de la casa usûluni a las estancias donde podrían descansar para partir a la mañana siguiente de vuelta a usûlun. La Rosa acompañado de Haedrec y de los miembros del servicio de la casa usûluni llevaron las herramientas al almacén donde fueron dispuestas para que los habitantes usaran las que les fueran necesarias.
Por la noche se celebró una cena en honor de Milêth, a ella asistieron Camlan y su joven aprendiz Tirrin, Haedrec, La Rosa, Anja y Keilai, aprendiz de la Rosa, Kaila y Jelpi, Wiglaf Harcarl, administrador del concejo, y su esposa Lady Ieberith. Dîn y Nilia, y Dwäin como representantes de los enanos de la mina de usûlun, Marendil Rhudainor, comandante de la guarnición de usûlun, el sabio Aeghen y su aprendiz Perc.
Durante la cena Milêth trabó mucha amistad con Anja y Kaila, y se interesó mucho por el trabajo del sabio Camlan, este se sorprendió mucho que ella se dedicara a la sanación y le preguntó si le gustaría a ella y a su dama Aradi, según la carta del Sr. usûluni le había enviado eran las dos muy trabajadoras y muy comprometidas con su trabajo. La idea entusiasmó a ambas jóvenes.
En la velada la señora grajo les agradeció que hubieran elegido usûlun para vivir. La serenidad y la personalidad de la señora Grajo cautivaron a Milêth, ambas trabarían una gran amistad en las semanas siguientes y junto a Anja y Kaila, llegaron a formar una comunidad de mujeres de cierto renombre en la comunidad, ella por atender los partos y ser una de las aprendices del sabio Camlan y ambas jóvenes por ser las tejedora y costurera de mayor habilidad de todo usûlun.
En los meses posteriores Milêth y Aradi comentaron entre ellas que se encontraban como si hubieran estado en usûlun toda la vida, las gentes eran agradables con todos y se conocían.
Tras varias semanas en usûlun vivieron una de las experiencias más sorprendentes de la joven comunidad. El regreso de sus queridos Amigos, fue una fiesta ver llegar a Sunthas Espino Negro, Un gigante acorazado montado en un enorme corcel negro. Gulthar un acrobático montaraz, que hacía las delicias de los soldados y los niños. Adrahil un joven montaraz del norte, al que parece que no le gustan mucho las grandes aglomeraciones de gente, aunque sean los habitantes del pueblo donde reside, y en un momento de descuido de todos mientras disfrutaban con las volteretas de Gulthar, se escabulló hacia el taller de la Rosa. Este joven despertó el interés de Milêth, ¿cómo un Montaraz del Norte se hallaba tan lejos de su hogar?
Durante las semanas que siguieron Milêth, tuvo varias conversaciones con Adrahil, ya que el joven visitaba mucho al Sabio Camlan y al joven Tirrin con el que parecía tener una gran amistad. Fue en esas reuniones donde nacieron algunos proyectos que había propuesto el joven Adrahil para la prospera ciudad de Usûlun; aunque tímido y parco en palabras, el joven Adrahil fue despertando el interés de la joven Mileth, todo ello bajo el seguimiento y la guía de la Señora Grajo, Anja y Kaila sus mejores amigas en Usûlun. Fue durante esos breves encuentros en casa de Camlan donde Milêth y Adrahil trabaron una gran amistad. Solían pasear por la ciudad debatiendo sobre plantas y conocimientos curativos; a veces Mileth conseguía que el reacio montaraz le contara alguna de las misiones que había emprendido con sus compañeros. O le describiera el lugar donde vivía antes de llegar a Usûlun, e incluso llegó a enseñarle como rastrear animales y como moverse por los bosques sin perderse.
Y así fue como entre ambos surgió un sentimiento más fuerte que la amistad…