Los días que siguieron a la victoria fueron recordados por mucho tiempo incluso por aquellos que no estuvieron allí. Se cantaron y narraron, se escribieron y se contaron cuentos y hasta se bailaron. La Sombra no se había extinguido por completo, pero su frío mordía un poco menos.
Pero no todo eran alegrías pues muchas familias habían perdido a sus seres queridos. Hombres y mujeres valientes, enanos duros como la roca y elfos de ojos de otoño murieron en el asedio de Erebor defendiendo lo que era su hogar y lo que les que quedaba de libertad. Se hicieron muchos funerales y a todos asistieron los Reyes de los Tres Reinos y guardaron respeto por aquellos luchadores, y se escribieron sus nombres en libros de piedra en los más profundo de la Montaña para que nadie, nunca, olvidase sus nombres.
Pero la fuerza de Aquel que Vigila en Mordor había menguado tan solo un poco y aquella victoria solo fue un pequeño revés para sus planes para el mundo de los Hombres. Dol Guldur seguía siendo un lugar espantoso que manchaba el antaño Bosque Verde y el Monte Gundabad todavía guardaba horrores escondidos en sus profundidades. Desde la Tierra de Mordor se urdía un plan que, de tener éxito, acabaría con la luz en todos los territorios del Oeste.
Pero esos días, a pesar de todo se celebró, la vida. Se celebró haber sobrevivido a una muerte certera, se celebró la amistad que unía a los pueblos cerca de la Montaña Solitaria. Los usûluni fueron encumbrados como héroes pues habían luchado con fuerza y valor y urdido planes que habían cambiado el sino de la batalla y fueron nombrados Amigos de los Enanos y los Elfos, guardados en profunda estima y nombrados grandes señores.
Reinó un espíritu de paz y perdón y los Hombres de las Llanuras, los Orientales, fueron perdonados por alzar sus armas contra los pueblos libres del norte y se les concedieron tierras al este para que fueran allí y vivieran en paz y libertad. Y se calmó su ansia de venganza, su odio contra otros pueblos, pues vieron en ellos hombres que también ansiaban lo mejor para sus familias.
Y así pasaron los días mientras todo su reconstruía y las familias restañaban sus heridas.
Los usûluni y los grandes comandantes sabían que nada había acabado y que la fuerza que los había atacado era solo una diminuta fracción del poder que Sauron el Impostor guardaba en Mordor. Pero fuese cual fuese el Destino que la Sombra urdiese para el Sur poco podrían hacer, un ejército jamás llegaría en su ayuda atravesando las Tierras Ásperas mientras Dol Guldur existiese. Así solo aquellos que estaban sujetos al Destino y los que habían dado su palabra se despidieron de aquellos con los que habían compartido copa y pan y ciñéndose las armas se prepararon para viajar siguiendo el Anduin. El plan de Elrond Medioelfo había sido un éxito y habían atraído la atención del Ojo más tiempo del que todos soñaron.
Ahora tocaba decir adiós, partir al sur, y afrontar el final de los días, fuese cual fuese.