En una hora de lobos y escudos rotos
Cuánto frío hacía aquel día tan aciago, el día en que regresamos. No había risas, ni canciones, ni chistes. Solo el silencio interrumpido por el sonido de los cascos de los caballos y el crujido de la carreta. Allí yacían los cuerpos de dos hermanos, de dos Hombres que lucharon hasta el final por lo…