– “Abuelo, abuelo, cuéntame una historia”, dijo el niño.
– “Claro, tráeme tu libro de historia”, dijo el abuelo.
– “No, una de esas no, ¡una historia de VERDAD!”
– “¿Una historia de verdad?”
– “Sí, cuéntame de cuando eras joven”, replicó el niño sin piedad.
– “Ahhh, lo que quieres es que te cuente la historia de cuando Sunthas y Gulthar volvieron con nosotros” – dijo sonriendo el abuelo – “, déjame recordar que mi memoria no es tan buena como era…”
– “Abueloooo”, dijo el niño impaciente.
– “Bien, bien” – sonrió el anciano – “, todo esto empezó cuando tú no habías nacido y tu padre tampoco y yo tenía menos canas”.
– “Habíamos viajado muy pero que muy lejos para enfrentarnos a alguien verdaderamente peligroso cua…”
– “¿Tan peligroso como tú?”, preguntó el niño que había escuchado la historia al menos 20 veces.
– “Más, mucho más. Sigo. Pero aquel tipo era un pez muy grande para nosotros, era el más cabr…., el guerrero más duro que jamás habíamos visto, jugaba con nosotros como un gato con un ratón, fijate que ni siquiera Aö pod…”
– “¿Aö era aquella mujer que tenía unos grandes p…”
– “¡Pero niño!, ¿quién te ha contado esa parte de la historia?”, preguntó pareciendo enfadado en abuelo.
– “Tú un día que la abuela no escuchaba” – respondió pícaro.
– “Umm, no me interrumpas más. Como iba diciendo nos enfrentamos a él con todo lo que teníamos, pero no había forma de….”
– “Abueloooooooo, esa parte me la sé de memoria, porfa, ¡cuéntame la parte en la que volvieron después de entrar en los Senderos!”
– “La madre que de p….., pues fue fácil, entré corriendo con mis espadas buscándolos mientras los demás me seguían y ni siquiera el Rey de los Muertos pudo conmigo, todavía me acuerdo de como rogaba por su vida… Bueno, eso, que no quería que lo dejase en ridículo delante del resto de los Muertos. Sí, nieto, así son también los Muertos, muy celosos de su estatus, no les gusta que los dejes en evidencia”
– “Abuelo, la historia no es asiiiiiiiiii, ¡me voy que te lo estás inventando!”
El abuelo, Forâk, se levantó de la silla en la entrada de su casa y estiró la espalda. No estaba en su mejor momento, pero había valido la pena pelear tanto para lograr algo así. Miró a su alrededor y vio lo que habían construido y supo que todo estaba bien, todo volvía a su cauce. El olor de un guiso le llegó del interior de su casa mientras, una pelirroja preciosa, que se asomaba al dintel llamaba para la comida.
Él se le quedó mirando fijamente, “¿qué pasa?” – le respondió ella, “estás tan hermosa como la primera vez”, “jajajaja, mira que eres zalamero, pasa que ya te he reservado el mejor plato”.
Entró en su casa mientras sonaban los pasos y gritos de sus hijos y nietos, sí, todo está bien, al fin todo está bien.