Maldito capitán su nombre ya lo sabéis, yo prefiero ni nombrarlo, con su sonrisa marcada para la eternidad, nunca levanto mis simpatías, ahora a mi pesar mis temores son ciertos, marinero con poca honorabilidad este capitán, os explicaré la historia que tras beligerantes horas de discusión pudimos descubrir no sin dificultades.
Tres, fueron las ataúdes, tres. Las que este pérfido arrogante tiro por la borda, no le basto con cobrar por transportarlas como paquetes en el viaje, un cobro importante y sin problemas como el mismo reconoció. Una vez cobrado tiro los ataúdes al mar aunque dijo que no sabía que eran ataúdes hasta que uno de ellos se abrió y vieron que dentro había lo que parecía un cuerpo humano. Desde entonces, estos aparecidos, estos fantasmas persiguen a este barco.
Pasamos la noche en vela como ya es habitual, puesto que no hay quien duerma en estas condiciones, debatiendo sobre como librar de esta maldición a la tripulación y a nosotros mismo, pues nos queda mucho viaje peligroso ya, sin esta peligrosa y sorprendente nueva. Más dimos con lo que creímos una solución, el capitán tiene en su cuaderno de bitácora ese en el que escriben todo lo de abordo, el sitio exacto donde fueron arrojados los ataúdes, iremos y los sacaremos del agua, ¡Si!, eso hemos decidido, daremos descanso a esas criaturas, para que ellas no los den a nosotros, espero que estemos en lo cierto y demos con la solución.
Se acerca el día, presto a quitarme estos barriles huecos con los que espero flotar si el barco se hunde, que me incomodan enormemente, mi armadura, y demás ropajes para poder dormir. Esta noche pasaremos por un Cabo bastante peligroso, según me han dicho quiero estar bien descansado para soportar lo que pueda sobrevenir, odio los barcos, y el agua, no están hechas para los enanos que nacimos para las piedras y la montaña, todo sea por Usûlun y mis compañeros.